Los hallazgos de las investigaciones en la ciencia del aprendizaje son retos que invitan a repensar la práctica docente en función de los aprendizajes de los estudiantes. En el libro de Ambrose S. A., Bridges, M. W., Di Pietro, M., Lovett, M. C., Norman, M. K., Mayer, R. E., & Mendoza, O. G. (2017), Cómo funciona el aprendizaje [1], que ha motivado varios Clubes de lectura del Centro de Excelencia Docente y Apoyo al Aprendizaje (EXDA), los autores presentan siete principios funcionalmente inseparables basados en investigación científica relevante que resultan de gran utilidad para refinar la enseñanza universitaria. Estos principios son explicados en un lenguaje sencillo y acompañados de consejos prácticos que permiten su fácil comprensión y aplicabilidad inmediata, tendiendo así un puente entre la teoría y la realidad del aula.
Principios para motivar aprendizajes profundos y duraderos en los estudiantes
Cualquier conjunto de principios de aprendizaje, se desprende de su definición y comprensión. Los autores definen el aprendizaje como un proceso que lleva a un cambio (en el conocimiento, creencias, conductas y actitudes) que ocurre como resultado de la experiencia del aprendiz. Basados en este entendimiento, Ambrose et al. (2017) propone que para motivar aprendizajes profundos y duraderos en los estudiantes se debe orientar la enseñanza a la luz de los siguientes principios:
1. El conocimiento previo de los estudiantes puede apoyar u obstaculizar el proceso de aprendizaje, toda vez que para aprender los estudiantes conectan la nueva información con lo que ya saben. Este conocimiento podría ser correcto, completo y apropiado para el contexto o bien, erróneo, insuficiente o inapropiado para apoyar el nuevo aprendizaje. Por tanto, el grado en el que los estudiantes serán capaces de usarlo de forma efectiva dependerá tanto de su naturaleza como de la habilidad del docente para conducirlo. En este orden de ideas, resultará crítico evaluar el conocimiento previo antes de iniciar un curso o tema.u
2. La forma en que los estudiantes organizan el conocimiento influye en cómo aprenden y aplican lo que saben. La organización del conocimiento entre novatos (estudiantes) y expertos (docentes) difiere en el grado en el que el conocimiento está disperso/interconectado o bien, en el grado en el que esas conexiones son superficiales/significativas. Como instructores “debemos considerar las actividades que un estudiante deberá desarrollar en nuestros cursos para identificar qué organización del conocimiento puede resultar más útil” (Ambrose A. 2017) dado que “las organizaciones del conocimiento son más eficientes cuando se corresponden con la forma en que el conocimiento se adquiere y se usa”. Esto sugiere que, al menos inicialmente, debemos ayudar a nuestros estudiantes con estructuras o esquemas de organización disciplinar adecuadas o les enseñemos a extraer los principios relevantes de lo que están aprendiendo y cómo recurrimos a este para desarrollar tareas específicas.
3. La motivación de los estudiantes determina, dirige y sostiene lo que hacen para aprender. La importancia de una meta, las expectativas de alcance de dichas metas y de eficacia, así como las percepciones del entorno son dimensiones que pueden afectar sustancialmente la motivación de un estudiante para aprender. “El marco para entender la motivación sugiere que, si una meta es valorada, las expectativas para el éxito son positivas y el ambiente de aprendizaje es propicio, la motivación será mayor” (Ambrose A. 2017).
4. Para desarrollar el dominio, los estudiantes deben adquirir habilidades, practicar su integración y saber cuándo aplicar lo que han aprendido. Realizar tareas complejas puede ser cognitivamente demandante para los estudiantes que no han desarrollado competencias de forma automatizada, por tanto, los profesores debemos tener expectativas razonables en cuanto al tiempo y la práctica que estos necesitan para realizar las actividades propuestas en el aula.
5. La práctica orientada a metas y la retroalimentación objetiva son fundamentales para el aprendizaje. Cuando la práctica y la retroalimentación están centradas en las mismas metas de desempeño: las oportunidades de práctica son suficientes y tienen un nivel apropiado de desafío; y la retroalimentación es realizada cuando los estudiantes la necesitan y se relaciona con oportunidades de práctica posterior para incorporar las observaciones señaladas, los desempeños de los estudiantes mejoran.
6. El nivel de desarrollo actual de los estudiantes interactúa con y en el contexto en que se desarrollan para impactar el aprendizaje. El ambiente que creamos en el aula tiene implicaciones en los aprendizajes y desempeños de nuestros estudiantes, por tanto, las estrategias pedagógicas que implementamos deben reflejar el entendimiento holístico de sus procesos de desarrollo y contextos.
7. Para convertirse en aprendices autodirigidos, los estudiantes deben aprender a monitorear y ajustar sus enfoques acerca del aprendizaje. Si esto se logra, los estudiantes podrán evaluar sus propias fortalezas y oportunidades de mejora y así ganar habilidades intelectuales para mejorar cada vez más su desempeño. No obstante, es importante reconocer que estas habilidades metacognitivas no se logran desarrollar de forma natural y pueden enseñarse mediante una instrucción cuidadosa.
Se concluye entonces que, si se tienen en cuenta los principios anteriormente citados, se obtendrá un panorama con una serie de variables que, bien analizadas y focalizadas fortalecerán el proceso de enseñanza aprendizaje y a su vez se irá dinamizando el quehacer docente tanto en lo pedagógico como en lo metodológico para alcanzar mejores resultados.
[1] Ambrose, S. A., Bridges, M. W., Di Pietro, M., Lovett, M. C., Norman, M. K., Mayer, R. E., & Mendoza, O. G. (2017). Cómo funciona el aprendizaje: Siete principios basados en la investigación para una enseñanza inteligente (1st ed.). Editorial Universidad del Norte.