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El Currancho que dejó de humear para convertirse en un parque en Olaya

Créditos
Linda Catalina Marimón y Denis Peroza Betancur, estudiantes del programa de Comunicación Social.
Antes el currancho,lugar donde vendían comida// Foto:Liliana Menco Pérez​
Antes el currancho,lugar donde vendían comida// Foto:Liliana Menco Pérez​

El eco de las risas infantiles reemplazó el silencio de un lote vacío. Donde antes corrió un canal y luego se improvisó una cocina popular conocida como el Currancho, se levanta Huellas del Futuro, el primer parque comunitario del sector Zarabanda en Olaya Herrera.

Yuleida Ramos ha vivido 34 años en Zarabanda. Junto a su madre vendía comida en el mismo terreno donde el pasado 5 de septiembre de 2025, se inauguró el parque. En su corazón siempre estuvo la idea de que ese espacio debía ser para la comunidad. Ella recuerda cómo pelearon para defenderlo, incluso llamaron a la Policía cuando quisieron construir allí: organizaron rifas, actividades y poco a poco rellenaron el terreno, convencidas de que debía permanecer como espacio público.

Antes el currancho, lugar donde vendían comida.// Foto:Liliana Menco Pérez​

Yuleida, quien solía caminar largas distancias hacia otros sectores con más riesgo para que sus pequeños pudieran jugar fútbol o encontrar un momento de recreación, celebra hoy que la diversión para ellos está a solo unos pasos de casa. Contemplar hoy a sus hijos de seis y tres años corriendo y pintando llantas en el lugar que ayudó a proteger representa para ella “un sueño hecho realidad”.

A pocos metros de donde los niños corren entre las llantas pintadas, William Tovar observa con calma la transformación del lugar que ha visto crecer durante dos décadas. “Tengo veinte años viviendo aquí”, dice con una sonrisa tímida.

Llegó desde Montería y, a sus 76 años, ha sido testigo de los cambios que lentamente han marcado al sector. “Bueno, ahora que se puso el parque, se puede mejorar el sector… un poquito sí”, comenta, convencido de que este espacio traerá beneficios para el barrio.

Frente a su kiosko, William observa la inauguración mientras despacha dulces a los niños. Entre risas y recuerdos, asegura que lo que más le agrada es ver cómo su negocio cobra vida y cómo el terreno que alguna vez fue olvidado hoy florece como punto de encuentro para toda la comunidad.

kiosko donde vende dulces señor William Tovar// Foto: Catalina Marimón Arrieta

El proyecto surge gracias a la iniciativa de la Fundación Construyendo Caminos, respaldada por la Fundación Grupo Social. La verdadera magia comenzó cuando los habitantes se reunieron con la Junta de Acción Comunal para decidir entre todos la creación del parque.

Leydi Pájaro Negrete, psicóloga de 32 años, con maestría en Intervención Social, lideró la ejecución del proyecto “Tejiendo lazos para el buen vivir” a inicios de 2023, pero se ejecutó en 2024 a mediados de noviembre, con un presupuesto 30 millones de pesos. De estos recursos, destinó 8,2 millones específicamente al parque, aunque finalmente la inversión fue de 7 millones quinientos mil pesos que se convertirían en mucho más que cifras: se transformarían en sueños materializados.

A través de cuatro etapas cuidadosamente planificadas, la más importante fue la capacitación de 50 familias y, posteriormente, de sus hijos. Fue de la creatividad desbordante de estos niños que nació el nombre que definiría para siempre este espacio: Huellas del Futuro, porque en cada paso sobre ese suelo quedaría marcada la huella indeleble de una comunidad que se atrevió a construir su propio mañana con sus propias manos.

Los habitantes del sector caminan despacio por los bordes del nuevo parque, observando cómo los niños trepan por las llantas pintadas y ríen sin descanso. Sus ojos, con una mirada nostálgica, parecen reconocer que ese espacio es algo más que juego: es una conquista comunitaria.

Niños en la inauguración del nuevo parque// Foto: Willian Camacho Aguilar

María Caro, de 27 años, madre de dos pequeños, recuerda que antes sus hijos solo podían jugar dentro de casa. Hoy, con la llegada del parque, siente que el barrio respira distinto, aunque no deja de preocuparse por la seguridad. “Es un espacio bonito y recuperado para los niños”, recalca.

Los días de polvo y escombros quedaron atrás como testimonios silenciosos de una transformación que nació del compromiso colectivo. Donde antes se acumulaba la basura y el olvido, hoy resuena la risa de los niños que corren con balones entre las manos, felices, explorando sus habilidades en un espacio que les pertenece.

Sin embargo, la sabiduría comunitaria también reconoce que este logro requiere cuidado: la necesidad de horarios y medidas de seguridad que protejan lo construido con tanto esfuerzo. Este parque representa mucho más que un espacio verde; es la materialización de que cuando las comunidades toman las riendas de su destino, cada logro se convierte en la semilla de un futuro distinto, y cada huella dejada en sus senderos es la promesa de que los sueños compartidos pueden transformarse en realidad tangible.

 

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