Julio Londoño, cartagenero y criado en el barrio San Francisco, siempre imaginó un lugar donde los niños pudieran acceder a libros sin necesidad de recorrer largas distancias hasta el Centro Histórico. Más que una biblioteca, soñaba con un espacio de encuentro, aprendizaje y crecimiento colectivo. A pesar de que San Francisco es conocido como un sector vulnerable, es un territorio de riqueza cultural, y hoy, gracias a la creación del Biblioparque de San Francisco, la educación y la cultura han encontrado un hogar en la comunidad.
Londoño se graduó en el 2013 como tecnólogo en Administración de Bibliotecas Públicas por el SENA y el Ministerio de Cultura, también es el director del Biblioparque San Francisco, cuyo espacio comunitario ha sido fundamental para promover la educación, la cultura y la lectura entre los residentes locales. Además de ofrecer servicios bibliotecarios, este espacio sirve como centro para reuniones comunales, actividades para niños, jóvenes y adultos mayores, celebraciones y prácticas de grupos folclóricos.
Este hombre de 57 años, que lleva administrando la biblioteca hace 25 años, desde muy joven sintió la vocación por ser gestor cultural dentro de su comunidad, su pasión por la literatura y la historia lo llevó a ser un líder social comprometido. Sus inicios fueron marcados por ser promotor del deporte, ya que durante 15 años organizó los juegos recreativos en San Francisco Norte junto a barrios aledaños uniendo a la comunidad a través de torneos de microfútbol, voleibol, bate tapita, bola de caucho, entre otros juegos tradicionales. Sin embargo, su compromiso con el bienestar de los niños y jóvenes lo llevó a emprender una nueva misión: fomentar la lectura y el acceso al conocimiento en su barrio.
De basurero a un centro cultural

En sus comienzos, el Biblioparque no tenía una sede estable. Cada mañana, los libros eran transportados desde la casa de un voluntario hasta el lugar de encuentro. Inicialmente, el terreno era un basurero satélite donde los vecinos desechaban residuos. Con el apoyo de un grupo de madres comunitarias, comenzaron a recibir donaciones de libros, dando origen al Biblioparque San Francisco. Con esfuerzo, la comunidad transformó el espacio, sembrando árboles y embelleciendo el lugar hasta convertirlo en un punto de encuentro.
En el año 2000, Londoño y un grupo de amigos presentaron ante la Alcaldía la propuesta de un espacio de lectura para los niños, evitando largos desplazamientos hasta la Biblioteca Bartolomé Calvo. En 2003, este lugar obtuvo su primera gran inversión de 47 millones de pesos para construir una sede permanente. Con los años, ha ampliado su oferta a programas de lectura, danza, música, artes plásticas, talleres culturales, ambientales y deportivos, además de iniciativas de emprendimiento para madres, actividades para la primera infancia y de rescate de memoria histórica con adultos mayores.
En diciembre de 2020, un incendio inesperado destruyó el 90% de sus instalaciones y más de 500 libros. Gracias a una alianza entre el Colectivo TRASO, la Sociedad Aeroportuaria de la Costa S.A. (SACSA) y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC), invirtieron para su reconstrucción. Las obras incluyeron la adecuación de terrazas, parques, salones, salas de lectura, baños, cocina y bodega, dejando en óptimas condiciones las dos plantas de su sede en San Francisco.
Un legado en evolución
Hoy, Londoño inicia su jornada temprano, viajando desde su casa en Los Calamares hasta el Biblioparque en Transcaribe o en transporte compartido. Aunque se mudó por facilidad de vivienda, su corazón sigue en San Francisco. Su trabajo diario incluye la organización de actividades, visitas a colegios y la gestión de eventos culturales. “La biblioteca se ha convertido en un referente a nivel local, nacional e internacional. Recibimos turistas que vienen a conocer nuestro espacio, lo que ayuda a cambiar la percepción negativa que algunos tienen sobre San Francisco”, expresa Julio.
A pesar del impacto positivo, enfrenta grandes desafíos, como la falta de financiamiento para contratar docentes permanentes. Su objetivo es conseguir recursos sostenibles para ofrecer programas de formación estable todo el año. El Biblioparque no impone actividades, en cambio, construye mesas de trabajo con la comunidad para identificar sus necesidades y desarrollar programas que beneficien a niños, jóvenes y adultos mayores. “Aquí promovemos la cultura y la paz, brindando oportunidades a una comunidad vulnerable de Cartagena”, agrega.
Londoño también trabaja por mejorar el acceso a la tecnología en el barrio con más computadores y Wi-Fi de alta velocidad. “Queremos seguir fortaleciendo el Biblioparque como un espacio integral. Ya no se trata solo de lectura y escritura, sino de un centro cultural donde se desarrollan distintas manifestaciones artísticas”, explica. Además, junto a otras organizaciones, busca que la champeta sea declarada patrimonio cultural y crear un museo ambientado en ella. “Esperamos consolidarnos como un referente en Cartagena”, concluye.
Aunque ha enfrentado obstáculos, su historia demuestra que la pasión y el compromiso pueden transformar realidades y construir espacios de paz en medio de la adversidad. Fuera del Biblioparque, Julio es un hombre sencillo y apasionado por la historia. Su amor por los libros y la cultura lo han convertido en una figura clave dentro de su comunidad. Su mayor motivación sigue siendo ver a los niños y jóvenes encontrar en la lectura una herramienta de cambio y crecimiento personal.
